Maison Macao o las historias prefabricadas

El storytelling es una técnica usada para comunicar con éxito y causar impacto en tu audiencia a través de la narrativa. Vamos, lo que se ha llamado toda la vida contar una buena historia que nos enganche. Esta forma de marketing lleva tiempo siendo fundamental para vendernos servicios y productos, revestirlos de un halo de épica y despertar nuestro interés por consumir algo especial. Al fin y al cabo ¿A quién no le gusta un baptisterio romano del siglo I? Quizás, el problema puede ser cuando una buena historia se convierte en un “invent” total y cuando se nos vende como cierto algo que, a todas luces, es una estrategia comercial. Pero, ¿quiénes somos nosotras para trazar esta fina línea que separa la imaginación de la mentira? 

Toda esta reflexión viene por nuestra visita al restaurante que os presentamos hoy La Masion Macao. Este local grande y lujoso situado en plena calle Preciados de Madrid pertenece (cómo no) a una cadena. En principio no es que tengamos nada en contra de las cadenas, muchos de los restaurantes que hemos visitado pertenecen a alguna: Ultramarinos el Coso de la Muca, Aquí Santoña o La Bobia del grupo La fábrica. El problema es más bien cuando el servicio que nos dan es un tanto prefabricado, y todas las comidas se igualan y tienen pinta de estar sacadas de la misma cocina fantasma, (otro tema que, por cierto, viene tiempo siendo un problema cada vez más problemático en Madrid). 

La Maison de Macao nos cuenta en un tono un poco pastelero, la historia de una pareja de adinerados madrileños que en un viaje por Macao se enamoraron de una niña de ojos rasgados que vivía en un orfanato (“qué poco se necesita para ser feliz”, nos dice el relato). Tras una conexión mágica y como quien compra un souvenir exótico, el matrimonio decide traerse a la pequeña a su ciudad para convertirla en una típica madrileña (sea eso lo que sea). Esa niña, ya convertida en mujer, será Madame Lu y decidirá, para honrar la muerte de sus padres, convertir el castizo (y gigante) piso en el que la familia residía, en la Maison Macao, para unir lo mejor de los dos mundos. Del resto de Macaos situados en Las Tablas, Parque Sur o Castellana entre otras ubicaciones no tenemos tan claro si fueron una expansión de Madame Lu o ya si eso dejamos el storytelling porque no son sitios tan históricos y dados a fantasear. En fin, ¿una historia bonita o demasiado forzada? juzguen ustedes mismas. Nosotras vamos a la comida que es una de las cosas que más nos importa. 

La carta del restaurante ofrece una extensa variedad basada en la fusión asiática y española, los platos se ordenan según el tipo de influencias: indothai, nikkei, japo-ibéricas, ibero-chinas y una amplia selección de sushi. Ofrece un menú diario de 3 platos a elegir por 14,90 € entre semana, y los fines de semana, que es cuando fuimos, 4 platos a elegir por un precio de 29,95 € por persona, y esa fue nuestra opción.

Intentamos elegir un poco de todo para probar, empezando por los rollitos vietnamitas, crujientes y muy ricos y por el torrezno cantones marinado, muy tierno y sabroso. Seguimos con una combinación que nos pareció infalible, carrilleras al curry thai, y efectivamente así fue, nada puede fallar cuando a una carne que se deshace en la boca le añades una rica salsa de curry. Los tacos de pulled pork también nos dieron muy buen resultado, venían acompañados de una mayonesa de guacamole y pico de gallo que le daban un toque muy refrescante. Sin embargo el umami comenzó a descender un poco con las gyozas de crema, correctas pero un poco sosas y, sobre todo, con la fideua japo-valenciana. Esta última bastante infame y desaboría nos hizo sentir como guiris en la plaza mayor. Para casi terminar pedimos el brioche de pato marinado, que estaba bueno pero sin florituras y, por último, lo que nos hacía más ilusión y fue la gran decepción, el wan tan de cocido madrileño. Avisamos que los platos no tienen orden de cocina y te los van trayendo conforme van saliendo, en un trasiego un tanto frenético que no hace que tengas la comida más relajada del mundo. Como postre un tiramisú casero que estaba bastante bueno y… ¡listo!, en la hora asignada (no te dan más), comida finalizada. 

La experiencia en Maison Macao, aunque no fue mala, nos dejó reflexionando. Nos da la sensación de que cada vez más restaurantes están cortados por el mismo patrón: el mismo tipo de comida fusión, los turnos de comida, la decoración impecable pero un poco falsaria, el morro torcido cuando pedimos el vaso de agua… Si pasamos por alto estas minucias en realidad este tipo de locales ofrecen una comida bastante aparente y sabrosa, un entorno agradable y un servicio eficaz (quizás demasiado, cuando el tenedor de una no ha tocado la mesa tras la última pinchada y el camarero/a ya te ha retirado el plato), pero a nosotras cada vez más nos dejan un regusto raruno. ¿Qué pensáis? 

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