Los edificios destinados a cines, teatros y auditorios siempre han sido una oportunidad para que la arquitectura desate su creatividad y demuestre sus posibilidades. Desde los que tienen solera y fama reconocida como el Radio City Music Hall de Nueva York, inaugurado en Manhattan en 1932, y cuya belleza impresiona por sus tonos rojos y sus balaustradas curvas, hasta los más recientes como el Cine Delphi Lux de Berlín (2017), en el que cada sala se concibe como un mundo independiente construido a través del color y la luz.
Muchas son las listas de los cines más bonitos del mundo y los artículos escritos sobre este tema. Y es que podríamos decir que las salas de cine son el envoltorio de los sueños; la burbuja en la que nos acomodamos dispuestas a dejarnos transportar por una maravillosa historia la siguiente hora y media de nuestra vida. Y por eso, su diseño tiene que ser acorde con su función.
Hoy proponemos fijarnos en la historia de uno de estos edificios que hemos tenido la suerte de visitar durante nuestras vacaciones en los Países Bajos. Un enorme edificio Art Decó que no dejará de impresionar a quien lo visite: el Teatro Tuschinski en Amsterdam.