La polémica de la semana: Los límites del sabor

Oh hamburguesa, sublimación del sandwich. Emparedado caliente de los que no quieren cocinar, pero aún tienen algo de tiempo. Amada y odiada por igual, vive a matacaballo entre los que la consideran comida basura y los que intentan llevarla hasta lugares en los que la imaginación no llega. Oh hamburguesa, quién te ha visto y quién te ve.

La historia “oficial” de este producto puede datar tanto de los romanos, los tártaros, los marinos de Hamburgo o de los Estados Unidos de América. Es una historia de traspaso de información, robos, copias, intentos de patentes, reclamaciones y un sinfín de locas anécdotas que darían para otro post y para miles de comentarios tipo: “No tenéis ni idea porque según un señoro que dice muchas cosas, la hamburguesa la inventaron los… blablabla”, pero no tenemos tiempo para eso. Y es que en los últimos años se está produciendo un increíble fenómeno que afecta a este sandwich y que está expandiéndose por el resto de comidas del mundo. Hablamos de la polémica teoría de… Los límites del sabor (añadir un chan-chan-chan aquí).

“Oh hamburguesa, sublimación del sandwich. Emparedado caliente de los que no quieren cocinar, pero aún tienen algo de tiempo.”

Si pensamos en una hamburguesa nos viene a la cabeza una imagen pura y cristalina en la que se distinguen claramente y en orden ascendente: un pan, una carne, queso, tomate, lechuga y cierra otro pan con sésamo, pero de un tiempo a esta parte esa imagen está cambiando. Por cada nuevo local de hamburguesas que se abre, la cantidad de posibilidades proteícas aumenta exponencialmente. Hemos visto carnes envolviendo bacon, bacon envolviendo aros de cebolla, cebolla envolviendo costillas y todo a su vez siendo envuelto hasta por palitos de mozzarela. ¿Nos estamos volviendo locos? 

La respuesta es sencilla: por supuesto.

Y aquí entra nuestra patentada teoría de los Límites del Sabor. Hay un momento en la vida de todo plato, en el que no por “echarle más” aumenta su sabor. De hecho, la cantidad de ingredientes que se le echan a una comida es inversamente proporcional a su sabor. Los guisos mueren en la boca cuando nuestras papilas gustativas dejan de ser capaces de distinguir los sabores y las texturas. Las hamburguesas que son incapaces de entrar en nuestras bocas, por la cantidad de ingredientes que las componen, dejan de saber a hamburguesa y entran en el limbo del sabor, donde mueren de falso “éxito” y terminan siendo totalmente irrelevantes tanto para nuestro paladar como para nuestro cerebro. 

“Las hamburguesas que son incapaces de entrar en nuestras bocas, por la cantidad de ingredientes que las componen, dejan de saber a hamburguesa.”

La teoría de los Límites del Sabor puede aplicarse a cualquier plato, guiso o elaboración alimenticia siendo muy válida para las hamburguesas, pero también para las ensaladas “modernas” llenas de elementos, salsas y locuras varias, tanto como para las pizzas, los postres llenos de toppings y trampantojos de cualquier calaña. Las cosas tienen que saber a lo que deben saber y hay que entender que si una hamburguesa de elaboración tan simple como la que tenemos grabada a fuego en nuestro cerebro, ha llegado hasta nuestros días con esa organización alimenticia… hay que dejarla seguir viviendo en la libertad que necesita para asombrarnos y engordarnos.

Respetemos los sabores y no queramos romper sus límites. Ellos, nunca lo harían.

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