El festival de cine cutre por antonomasia, la Cutrecon, se celebró este fin de semana en Madrid por duodécimo año y trajo consigo una plétora de películas y cortometrajes de dudosa factura. Cintas de bajo presupuesto que “de tan malas se hacen buenas” y que han conseguido, a la fuerza, convertirse en películas de culto.
Lejos del glamour de los grandes estrenos, llenos de alfombras rojas y personalidades, este festival se ha convertido en un lugar hecho por y para el disfrute del público. Sus sesiones son cada vez más multitudinarias e interactivas y donde todo chiste o chascarrillo es agradecido y apreciado en la sala, llevando al espectador a un lugar de gran disfrute y comunidad. Sacar lo que llevas dentro, reír a mandíbula batiente e incluso levantarse a aplaudir las grandes hazañas de los personajes, son sentimientos que (a veces) se pierden en los cines convencionales… pero no aquí.