Un domingo cualquiera, guiados por la promesa de degustar una comida sana y deliciosa bajo unos frondosos naranjos nos dirigimos hacia Mo de Movimiento, uno de los restaurantes que lo están petando en la zona de Chamberí.
El local se aloja en el edificio del antiguo teatro Espronceda (en la calle del mismo nombre), que tras una rehabilitación ofrece un espacio diáfano y amplio, con mucha luz natural, estilo hi tech que combina una moderna apariencia industrial con la sobriedad rústica. El espacio es bonito y agradable, aunque no podemos dejar de decir que nos da un poco de pena que haya sido a costa de la desaparición de un teatro (en fin, por lo menos no es un Primark…) Además del comedor interior, tiene una terraza en la entrada ganada a las plazas de aparcamientos y al fondo el deseado patio de naranjos que íbamos buscando. Muy bonito, pero para nuestra pena, no ofrecía servicio en ese momento, así que nos tuvimos que conformar con una mesita interior. La fortaleza del proyecto se basa en la materia prima sostenible y de calidad, ya que sus platos están preparados a base de alimentos y elaboraciones artesanales de pequeños productores de proximidad (muchos de ellos ecológicos).
Una vez, situado el contexto, vamos al lío: la comida. Tienen una carta no muy extensa que se divide en tres categorías, entrantes, principales y pizzas, así que decidimos probar una de cada. Como entrante elegimos la calabaza salteada (9,50 €) El plato, no muy grande, traía una combinación de dados de calabaza y trompetas de la muerte con salsa holandesa de manzanilla y vinagre de Jerez. Estaba bueno, pero más que salsa holandesa nos pareció que venía con una mayonesa, que era un poco excesiva, tapando el sabor del resto de los ingredientes. Como plato principal, pensamos que habíamos pedido la parmigiana de berenjena, pero revisando a posteriori el menú, y dado el potente sabor ahumado de nuestra berenjena, entendemos que hubo una confusión y nos sirvieron berenjena a la llama ahumada (8,00 €), una berenjena ecológica con sobrasada mallorquina, pipas de calabaza y queso ahumado afinado 5 años en madera. No estaba mal, la sobrasada no se notaba mucho, pero si te gusta el ahumado (a nosotras no nos vuelve locas salvo en las sardinas), éste puede ser uno de tus platos. Como tercera propuesta y dado que tenían horno de leña, decidimos pedir una pizza. Elegimos la número 3: Tomatitos cherry ecológicos, queso de oveja «Sugaar» y pesto de piñones (16 €). Estaba buena, aunque nos sobró un poco de borde (no hay que dejar que este elemento conquiste terrenos que vayan más allá de la periferia justa y necesaria si no quieres acabar harto de pan y falto de chicha). Nos pareció curioso el pesto de piñones, que no era el tradicional verde con albahaca sino que estaba exclusivamente hecho de estos frutos secos, dando un sabor potente que recordaba a las pastas de piñones.
Y como siempre, y exclusivamente para cumplir con la obligación que tenemos con vosotros, nuestros lectores y amigos… los postres. Pedimos una tarta de queso (6,50 €), buenísima y cremosísima, con base de galleta y la crema de queso mezclando galmesano y queso azul «Tsuru» de oveja. Y como segunda elección una tarta de Banoffee (6 €) con plátano canario flambeado con tequila, toffee y nata con lima. Un plato no tan espectacular como el anterior y quizás un poco dulce en exceso.
Precio final para los dos, incluyendo dos copas de vino (muy rico pero algo escasas), y pan (este sí era un pan de masa madre delicioso de dos tipos); 60,60 €. Como dato curioso, no aceptan efectivo y se puede pagar a través de la propia web del menú.
Como cierre, nuestras conclusiones. Puntos a favor, bastantes: el horno de leña, la jarra de agua que te ponen nada más sentarte, la amabilidad de los camareros y la apuesta por productos de pequeños productores de proximidad sostenibles. Destacar que en cada plato detallan el productor del que provienen los alimentos y la región. En contra: que tengan dos turnos de comida (no sabemos vosotros, pero nosotras que somos espíritus libres, nos mata que nos digan que nos tenemos que ir porque viene el siguiente turno como si estuviéramos en el comedor escolar). En resumen, un restaurante agradable, con unos productos y materias primas de excelente calidad, y una preparación correcta. Sano y sostenible, un poco justas las cantidades. Eso sí, es un sitio perfecto para fardar en Instagram 😉
Por cierto, aprovechamos para chivaros que esta zona está llena de restaurantes interesantes. Justo en la acera de enfrente se encuentra Pilar Akaneya, una barbacoa tradicional japonesa con productos premium. Y a pocas calles, Udaipur, el indio con la decoración más impresionante de Madrid. ¡Qué disfrutéis!
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