Cuando llega el invierno frío y lluvioso todas volvemos la vista hacia esos maravillosos platos de cuchara calentitos con los que entonar el cuerpo. Y aunque nosotras somos fans impenitentes del cocido madrileño, esta temporada hemos empezado nuestro peregrinaje de platos calientes por la versión china de un caldo hirviente al que le podemos añadir casi de todo en una mezcla sin par de gastronomía y diversión. Queridas lectoras, hoy presentamos: ¡El hot pot!
Os avisamos que si no habéis comido nunca hot pot chino, la primera vez puede resultar un poco abrumadora, sobre todo por la gran cantidad de elementos que entran en juego en esta preparación y que debemos ir seleccionando y añadiendo al gusto. Lo básico es una olla hirviendo a todo meter en el centro de la mesa con un caldo (o dos, o tres) de base, y un montón de ingredientes a elegir que iremos incorporando como si fuéramos druidas haciendo pociones en la marmita. Además, a todo esto hay que sumarle una base de salsas que amplía el abanico de opciones y posibilidades que al combinarse entre sí se elevan a infinito.
Al caldo de base iremos incorporando un montón de ingredientes como si fuéramos druidas haciendo pociones en la marmita
Pero no entremos en pánico. Os contamos cómo abordamos nosotras la tarea y veréis como con un poco de organización todo sale bien. Lo primero, elegir dónde comer hot pot. Nosotras fuimos a la zona del mercado de los Mostenses que cuenta con varios establecimientos chinos que ofrecen Hot Pot tradicional. Elegimos Jingxi Hotpot (京禧 鲜切涮肉) en la Calle del Álamo 5, que resultó bastante bien, pero queremos probar el resto y os iremos contando. Este restaurante tiene menú del día por 39,99 € para dos personas y 69.99 # para cuatro, lo cual puede ser una buena opción. Pero como fuimos a cenar pedimos según carta y, ayudadas por el encargado del local, elegimos lo que iba a ser nuestro entretenimiento durante la siguiente hora y media.
Para empezar, el caldo. Hay varias bases y preparaciones, desde muy suaves hasta bastante picantes. Nos decidimos por el combinado de dos sabores compuesto por un caldo de ternera y uno picante. Siguiente paso, los tallarines, que pueden elegir los noodles más básicos (esos fueron los nuestros), tipo udon, instantáneos o, churros (¿¡WTF!?). Seguimos con la selección de verduras. La carta ofrecía la opción de combinado que resultó llevar un poco de todo (setas, verdura china, brotes de soja, maíz, zanahorias, algas…) y que era bastante generosa. Y, por último, la carne. Probamos dos cortes, lomo bajo y de cadera (finísimos y deliciosos), y de regalo nos vino una lengua de ternera (aunque por suerte también estaba cortada muy finita y no sabía mucho la lengua). Una vez encargado todo y mientras nos lo traían, nos acercamos a la barra libre de salsas. Aquí sí que es para volverse un poco loco, pero nuestro consejo es que hagáis una base bien de soja o bien de sésamo y a partir de ahí a crear: chiles, cilantros, salsa de ostra, vinagre, encurtidos, cebollino… Podéis hacer dos o tres salsas e ir probando cómo combinan con los diferentes caldos e ingredientes.
Y con este equipamiento roca ponerse a jugar: echa verduritas, tallarines, sácalos, mójalos en la salsa, mezcla el caldo con la base de salas, asusta la carne y pásalo tan bien como cuando jugabas a las cocinitas de pequeño, pero además acaba lleno de una comida bien rica. Para nosotras el hot pot es una experiencia divertida y sabrosa perfecta para pasar una noche con amigos. Os recomendamos que no os la perdáis.