Pasan los días, va pasando el caloret y el fenómeno mediático del verano llega a su fin. Tras varias semanas luchando en cartel y con la campaña de marketing más exitosa y loca de los últimos años el ‘Barbiehaimmer’ va acabando, dejando a la muñeca más famosa del mundo como la segunda película más taquillera del año en nuestro país, pero con variopintas opiniones sobre su calidad, mensaje y calado. Pongámonos las gafas rosas y hablemos de ‘Barbie’.
Barbara Millicent Roberts, Barbie para las amigas, es una prolífica y eterna jóvena de Willows, Wisconsin, nacida en 1959. En estos más de sesenta años de vida ha sido doctora, astronauta, roquera, bombera… y ha venido acompañada de una frase que hacía pensar a las niñas que podrían ser cualquier cosa. Ella es perfecta, rubia escultural y tiene una maravillosa vida que se refleja en su eterna sonrisa. Tanto es así que ha terminado siendo acusada de ser un modelo totalmente absurdo para cualquier futura mujer, por sus imposibles medidas, su idílica vida fuera de problema alguno y por algunas de sus versiones en las que hacía apología de la anorexia, el consumismo desmedido y/o machismo.
“Ella es perfecta, rubia escultural y tiene una maravillosa vida que se refleja en su eterna sonrisa.”
Pero remontemonos a los inicios. En los años cincuenta, Ruth Handler se da cuenta que mientras los demás niños juegan con una interesante variedad de juguetes, su hija no hace más que cuidar a un muñeco recién nacido. Le cambia de ropa, le da de comer, baño… algo que puede ser “divertidísimo” si no fuese porque no hay otra cosa. No hay muñecas alguna que haga algo fuera de ser cuidada cual bebé. Y empieza la locura. En un viaje a Alemania, Ruth encuentra una muñeca llamada Bild Lilli, que representa a una prostituta germana y que era un regalo “humorístico” para hombres de la época, pero que terminaba siendo utilizado como juguete por las hijas de estos genios del humor. Dando la casualidad de que la señora Handler (que en el fondo se apellidaba Mosko, Handler es su apellido de casada) era presidenta de la empresa de juguetes Mattel, la compañía compró los derechos de Lilli y la reconvirtió en Barbie, una muñeca que ya no era prostituta pero que podía hacer cualquier cosa. Pese al éxito en las pruebas entre sector infantil, que disfrutaba vistiendo a su muñeca con los ropajes de diferentes profesiones, la muñeca no terminó de ser un éxito hasta que no apareció su versión “novia”, con un gran y blanco traje de boda (recordemos quién compraba las muñecas para las niñas).
Barbie se lanzó al mercado como la recreación de una modelo adolescente a la moda, con una cabellera rubia al estilo de los sesenta y pechos y curvas femeninas. Esto trajo los primeros problemas, ya que muchos padres se quejaron de esta “sexualización” de una muñeca. Pero Barbie siguió a lo suyo y seis años más tarde de su nacimiento, consiguió que sus ojos miraran al frente y no de lado, como la mayoría de las mujeres en el arte hasta la fecha. Sus profesiones seguían multiplicándose y sus ropajes iban desde los sobrios de oficina, hasta los diseños más exclusivos de los diseñadores de moda del momento, pasando por bañadores, bikinis… El éxito era imparable y se llegó a afirmar que en el mundo se venden tres muñecas Barbie por segundo.
El éxito de la muñeca escondía también la loquísima historia de su diseñador Jack Ryan, la falsificación de documentos fiscales de Ruth que hizo que la terminasen echando de Mattel, así como los inicios de la conversión de Barbie en una muñeca cada vez más glamourosa y menos interesada en trabajar. Sus curvas se fueron perdiendo y (si bien es cierto que siempre fue pensada como un figurín de moda) se fue convirtiendo en el espejo de una sociedad consumista. Sus complementos venían con las coletillas “de ensueño”, “playa” o “mágico”.
Volvemos a nuestros días para encontrarnos con un convulso sector del juguete, que parece haber encontrado en los juegos educativos y la mezcla con nuevas tecnologías, un equilibrio que les permite competir contra los videojuegos. Una sociedad cada vez más concienciada con la diversidad social (física, sexual y mental) y… una muñeca de 65 años cuyo icono está grabado a fuego en la sociedad, siendo ideal de todo y de nada. Y es que cada niña tuvo su Barbie y lo que para unas fue un reflejo de lo que querían ser de mayores, para otras fue una anoréxica, la imagen de un ideal frustrado o, simplemente, una sirena. En 2005 la Dra. Agnes Nairn publicó un estudio que sugiere que muchas niñas terminan sometiendo a sus muñecas Barbie a toda clase de castigos y decapitaciones como rito de paso y rechazo a su pasado y al ideal de feminidad.
“Barbie se lanzó al mercado como la recreación de una modelo adolescente a la moda, con una cabellera rubia al estilo de los sesenta y pechos y curvas femeninas.”
Y ahora sí… Hablemos de ‘Barbie’ la película y hablemos de qué acabamos de ver. Para empezar es obvio que es la sublimación de una venganza, la de Warner Bros. a Christopher Nolan por haber abandonado el estudio y firmar por la competencia para su nueva película ‘Oppenheimer’. Más allá de eso, la cinta de Margot Robbie y Ryan Gostling es una simple historia de humor absurdo, muy entretenida y con unas pequeñas pinceladas de primero de feminismo. Esperar más de esta película es un error y haber querido ver más allá de la diversión que ofrece no ha hecho más que generar varios locos debates sobre si es una película que odia a los hombres, que si no es para niños porque hay muchas referencias sexuales, que si distorsiona la verdad y viola la soberanía del territorio vietnamita (tal cual)… ¿Nos estamos volviendo locas?
Imaginar en pleno 2023 que unos personajes (Barbie, Los Vengadores, Mario Bros…) sigan siendo nuestras referencias es alucinante y solo nos debería hacer pensar cómo las grandes compañías han copado y tapado todo intento de generar nuevos referentes culturales. Los ideales “feministas” de Barbie, fueron interesantes en su creación y (como Wonder Woman) los ha ido perdiendo y ganando según interesaba al mercado. No nos engañemos, que La Sirenita sea racializada o que en Star Wars aparezcan orientales, latinoamericanos y mujeres no es fruto del avance de la sociedad, es un intento de atraer al mercado a grupos sociales a los que aún no se les ha vendido el producto. ¿Se agradece la representación? Sí, pero queremos nuevos referentes, más acordes a los tiempos que corren y que no estén controladas por un mercado lleno de señoros capaces de hacer a Midge, la amiga embarazada de Barbie. Porque como dijo aquel: “El malo de esta peli es La Sociedad”.
P.D. También queremos que Will Ferrell actúe en todas las películas del mundo, pero eso es otra historia.
P.D.2 Si queréis saber más sobre la historia de Barbie, os recomendamos la serie-documental “Toys that made us” de Netflix. El segundo episodio de la primera temporada nos cuenta todos los avatares de la creación de la muñeca rubia más famosa.
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