Cuando hay que festejar, hay que hacerlo bien. Y si hay que hacerlo bien, qué mejor que comer en el restaurante más antiguo del mundo, en pleno centro de Madrid y con uno de los mejores cochinillos de la capital. Hoy, en De Cines y Cenas… nos vamos a Botín.
Una vez más llega esa época del año en la que celebramos cosas importantes y de nuevo, como hicimos el año pasado en el Palace (podéis ver nuestra review aquí), nos hemos puesto nuestras mejores galas para comer en uno de los restaurantes más conocidos y con más historia de Madrid. Y es que Botín no es solo cochinillo, son (casi) trescientos años de comidas, anécdotas y de una ciudad que ha ido creciendo y cambiando alrededor de un horno que nunca se ha apagado (podéis ver la historia de Botín en este maravilloso vídeo de Antiguos Cafés de Madrid).
Una vez conseguimos atravesar la siempre abarrotada y bella plaza Mayor, bajamos las escaleras de Cuchilleros y entramos al restaurante. Habíamos reservado con un mes de antelación y menos mal, porque estaba abarrotado, pero pronto nos aposentaron en pleno rincón de Hemingway (allí se sentaba a comer el afamado escritor en su paso por Madrid) en la primera planta. Botin es un restaurante bastante grande, con varios pisos y una cueva (en la que recomendamos entrar y, si es posible, comer). Pensar en todas las anécdotas y vivencias que han debido acontecer allí es algo que nos impresiona. Los camareros lo saben y por eso (siempre entendiendo que ellos están trabajando y que hay más gente) nos permiten pasear libremente por el restaurante, sorprendiéndonos por todas y cada una de las muestras históricas que allí se conservan.
“Botín no es solo cochinillo, son (casi) trescientos años de comidas, anécdotas y de una ciudad que ha ido creciendo y cambiando alrededor de un horno que nunca se ha apagado”
De nuevo en nuestra mesa, el camarero nos trajo una bonita carta, que además de mostrarnos la oferta gastronómica nos cuenta una breve historia del local. Todo indicaba que íbamos a hacer poker de cochinillo (26.15€ el plato), pero en el último momento un díscolo pidió cordero (27€ el plato). Como entrantes pedimos unas croquetas de pollo y jamón (21.20€) y unas setas salteadas con jamón ibérico (12.55€). Los tres siglos que nos contemplan también han curtido a unos camareros y cocineros que trabajan a destajo y cumplen su labor de una forma tan efectiva como amable (cosa que hay que reseñar porque muchas veces no es así en los lugares tan turísticos). Para maridar el asunto pedimos media botella de vino de la casa y una jarra de agua. Las croquetas estaban bastante ricas y melosas, con el empanado justo y un gran sabor. Vienen seis con cada ración, por lo que fueron perfectas para ir abriendo boca. Las setas salteadas con jamón ibérico fueron otro gran acierto. Buen sabor, buen punto y una salsita que pedía ser mojada por las barritas de pan que pedimos. Pero lo bueno vino con los platos principales… El cochinillo y el cordero.
Una simple visita a ver el horno, en la primera planta, nos va a abrir el apetito. Cochinillos y corderos en bandejas de barro, con su cebolla, perejil, ajos y pimentón dulce, se arremolinan cerca de las brasas dando ese agradable olor a leña y… hambre. Las raciones vienen con dos patatas asadas y cumplen totalmente las expectativas. El cochinillo tiene ese crujiente tan característico y la carne suave. El cordero era una pata que sobresalía del plato, con un gran sabor. Ambas raciones fueron lo suficientes para saciarnos y ponernos una gran sonrisa en la cara. De postre se nos antojó una crema catalana (6.80€), crujiente y melosa, cerró una increíble comida.
“Una simple visita a ver el horno, en la primera planta, nos va a abrir el apetito.”
Conclusión: si hay un sitio para comer cochinillo en Madrid, ese es Botin. Un restaurante que une historia con un muy buen servicio y gran cocina. Un lugar único de obligada visita para todos los amantes de la buena comida y la historia de esta gran ciudad.
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