Que nos encanta probar las cocinas del mundo es un hecho innegable, pero que hay algunas grandes desconocidas, que todavía tenemos pendientes, también. Hoy os traemos un sitio que a pesar de su céntrica ubicación no es muy conocido entre el gran público y permanece como un reducto para la comunidad filipina de Madrid que se junta tras el trabajo en este local para comer, beber y si se tercia echarse unas canciones en el karaoke de su sótano. Estamos hablando de un Pinoy Sizzling and Barbecue Grill, un restaurante filipino que basa su oferta en platos hechos a la brasa o cocinados sobre una bandeja caliente.
El local es pequeño pero acogedor con una cuidada decoración de la que destaca sobre todo su techo hecho con unas estructuras circulares de palma que son una chulada. Nada más entrar nos recibió una sonriente camarera que nos llevó hasta una mesa alta y nos tomó nota para beber. Nos ofreció probar una cerveza filipina a lo cual accedimos gustosos y nos tendió una carta plastificada que agrupaba una larga lista de platos en varias categorías. La primera de ellas eran los Sizzling, palabra que (para que veáis que poco mundo tenemos) nos sonaba a chino filipino. Como no veíamos clara la cosa, empezamos a estirar el cuello como tortugas para ver (pretendiendo ser disimulados, ya ves tú) qué estaban tomando en las otras mesas y cual niños envidiosos empezamos a señalar con el dedo los platos humeantes que olían a gloria bendita de los vecinos. Cuando la camarera volvió a tomar nota empezó una maravillosa conversación de desentendidos para intentar pedir lo típico del bar. ¿Qué es esto? Preguntamos señalando a los sizzilings. Oreja, nos contestó. Pero, ¿todo esta lista es oreja? no, todo oreja no. Cerdo, pollo, ternera. Pero ¿qué es sizziling?… Tras unos cuantos atascos verbales por las dos partes entendimos que sizzilings son las típicas bandejas humeantes en las que la comida se acaba de hacer. Así que por supuesto pedimos una de esas, un poco a voleo, la verdad, porque no veíamos clara la diferencia entre las 20 que estaban listadas. Nos animamos además con unos pinchitos para probar la parte de barbacoa, y completamos el pedido con unos rollitos que son una cosa que nunca puede faltar.
La comida vino muy rápido, caliente a más no poder y acompañada de varias salsas y por supuesto arroz, uno de los ingredientes base de esta cocina. Engullimos todo entre el barullo y el jolgorio de bar. No sabemos si esto es habitual pero las voces eran altas y las risas continuas, mientras nos llegaban las voces desentonadas del karaoke de la planta baja donde todo el mundo parecía estar pasándoselo de rechupete. Todo estaba muy rico. Nos faltó probar los tallarines que tenían también una pinta excelente, pero que nos pareció que iba a ser un poco excesivo ya que no íbamos con mucha hambre.
Cenar en Pinoy Sizzling and Barbecue Grill es como nosotras nos imaginamos estar en un bar de toda la vida en Filipinas. Buen ambiente, muchas risas y sonrisas, comida sencilla pero sabrosa. Perfecto para rematar llevarnos unos dulces típicos que venden en la barra. Repetiremos.