Si os hablamos de un pequeño restaurante chino muy cercano a la plaza de Santa María Soledad Torres Acosta, seguramente muchas de vosotras no sepáis de qué zona estamos hablando y las que conocéis el callejero de Madrid os preguntareis: ¿cuál de todos?. Y es que entre tanta gentrificación y apertura y cierre de restaurantes, bares y proliferación de tiendas “vintage” (de segunda mano caras, para entendernos) parece que no nos damos cuenta de la revolución que están viviendo los restaurantes chinos en Madrid. De las puertas rojas, los nombres que comenzaban por “Dragón” o “Muralla” y en los que los rollitos de primavera y el arroz tres delicias eran un básico clásico, han pasado a lugares mucho más cuidados, atractivos y con comida mucho más interesante y verdaderamente china. Uno de estos grandes restaurantes es el Kung-Fu en la calle de la Luna y cercano a la plaza que no se llama Luna.
Como ya comentamos en nuestro post sobre el restaurante Sichuan Kitchen, los restaurantes chinos de Madrid se han reconvertido en lugares con comida específica de las distintas regiones de China. En el restaurante Kung-Fu se han especializado en la cocina Qian de la región de Guizhou, al suroeste de China, que se caracteriza por unir los sabores agrio y picante, con platos de colores intensos, lo cual la hace única y diferente a las regiones colindantes con las que comparte el gusto por los condimentos. Tal y como dice la carta “El de Sichuan no teme a lo picante, el de Hunan no teme a lo picante, pero el de Guizhou teme a que no sea picante” y es que la mayoría de platos que nos encontraremos en Kung-Fu, tienen una guindilla junto al nombre. Pero no nos asustemos de primeras, si bien es cierto que para disfrutar los riquísimos platos que se nos ofrecen hay que quitarse el jersey y pedir un arrocito, los muy amables trabajadores del local pueden rebajar en nivel de picor si así lo pedimos.
“El de Sichuan no teme a lo picante, el de Hunan no teme a lo picante, pero el de Guizhou teme a que no sea picante.”
Y es que allá donde fueres haz lo que vieres y la verdad es que una vez comenzado el condumio, el cuerpo te pide picante. Como ya hemos mencionado, los colores de las fotos de la carta son rojos intensos que contrastan con los verdes de las verduras. Una de las cosas que más nos sorprendió fue la cantidad de platos de lubina que, así a priori, no es algo que tengamos muy unido a la comida china. Nos dejamos llevar por los consejos del camarero y pedimos la lubina al estilo Qiang (16.95€), el pollo Lazi (9.95€), los langostinos Ganguo (12.95€) y el arroz frito Taichi (8.95€). Y mientras esperábamos nuestros manjares, nos dedicamos a observar la curiosa decoración del restaurante, llena de “homenajes” al gran Bruce Lee, ya sea en figura de acción o en grandes cuadros por la sala. Pronto nos dimos cuenta que el restaurante Kung-Fu tiene un gran éxito y que tuvimos suerte de encontrar mesa sin haber reservado antes, porque unos minutos después de ser aposentados, ya se formaba una cola en la puerta del local.
“Allá donde fueres haz lo que vieres y la verdad es que una vez comenzado el condumio, el cuerpo te pide picante…”
Como ya sabéis, como madrileñas y ávidas consumidoras de restaurantes que somos, nos gusta que nos traigan un vasito de agua cuando lo pedimos (y no que nos intenten colar una botella de agua embotellada y luego se olviden de nuestra sed). En este sentido, Kung-Fu tiene nuestro diez nada más empezar y es que según empezamos a recibir platos, los vasos de agua del grifo se pusieron sobre la mesa sin problema alguno. La lubina nos dejó alucinadas por su presentación, la mezcla de colores y por una salsa… que terminó acompañando el resto de platos. Picante en su justa medida estaba totalmente deliciosa y conjugaba muy bien con el pescado. Los langostinos vinieron en un plato perfecto para compartir entre dos y con la medida justa. Cierto es que dudamos entre pelarlos (cosa harto difícil tras haber sido fritos junto a la salsa) o comérnoslos con la cáscara, pero esto último se nos hizo raro y terminábamos con demasiadas cosas en la boca. El pollo Lazi estaba totalmente en su punto y aunque tenía huesecillos, no podíamos parar de comerlo y cada vez que el picante se nos subía un poco a la lengua, el arroz frito (mezcla de arroz blanco y negro típico de China) rebajaba los calores hasta un punto en el que deseábamos seguir con nuestra tarea.
Conclusiones: Si bien es cierto que en un principio pensábamos que nos habíamos pasado tres regiones chinas a la hora de pedir, la cantidad estuvo bastante bien para lo tragonas que nos hemos vuelto. La lubina, sin duda, fue el plato más disfrutado y que más recomendamos, pero el resto estuvo totalmente a la altura. En gustos no hay nada escrito y aunque nosotros pedimos un mínimo de picante, es posible que un toquecito más hubiese sido disfrutado igual, pero eso ya os lo dejamos a vosotras.
El restaurante Kung-Fu es un lugar que recomendamos totalmente y que, a poco que os dejéis llevar por los sabores, os sorprenderá muy gratamente.