Experiencias: Cena a ciegas en Dans le noir

De Cines y Cenas es un proyecto ávido de experiencias que expongan nuestros sentidos y nuestras mentes a sensaciones no habituales. Nuestro compromiso es tal, que estamos dispuestas a pasar por los procesos más extremos para compartirlos con vosotras, queridas lectoras. Y con esta vocación de sacrificio por la causa y ánimo aventurero os traemos nuestra experiencia de hoy: Dans le noir, un restaurante insólito que nos propone cenar en la más absoluta oscuridad.

Llegamos al local puntuales (tal y como nos indicaron), habiendo reservado una mesa y seleccionado una de las posibles opciones del menú. Uno de los retos de la experiencia es que no se sabe lo que vas a cenar, ya que la composición de los platos es algo que tendrás que adivinar mientras los degustas a ciegas. En su web puedes elegir previamente un menú compuesto de diferentes platos sorpresa (entrante, primero, segundo), bebidas y postre, cuyo precio varía según la elección. Nosotras elegimos la opción menú completo con tres vinos y postre por un precio de 59,90 € cada una.

Con todo reservado y seleccionado llegamos listas a disfrutar de nuestra experiencia. Estábamos un poquito nerviosas, porque una nunca sabe si ser privada de visión va a ser una placentera experiencia donde los otros sentidos se exacerban dejando paso a un disfrute sensorial, o una situación angustiosa a lo más puro “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago (Sara Mago, como dirían algunas).

Al entrar nos recibió una encantadora camarera francesa que nos explicó cómo se iba a desarrollar la velada: antes de comenzar nos dejarían pasar al baño y guardar nuestras cosas en una taquilla y una vez ya libres de pertenencias y necesidades naturales, íbamos a ser introducidas en una sala en oscuridad total. Se recalcó que la falta de luz sería absoluta y garantizada por un pasillo en escuadra y tres cortinajes opacos que no permitían el más mínimo relumbre. Una vez acomodadas en las mesas, íbamos a ser atendidas por camareros ciegos, invirtiendo los papeles habituales, “en este caso nosotras ocuparíamos el papel de discapacitadas y ellos serían los guías”. Debíamos aprender el nombre del camarero que nos iba a atender, puesto que en tales circunstancias levantar la mano no serviría de nada. Tras la cena, nos mostrarían el menú y los vinos que nos habían servido para ver si habíamos conseguido adivinar lo que habíamos degustado. 

Debíamos aprender el nombre del camarero que nos iba a atender, puesto que en tales circunstancias levantar la mano no serviría de nada.

Tras tan detallada explicación, la agradable encargada nos pidió que esperáramos un poco. Nos sentamos en una mesa todavía con luz en la antesala de nuestra buscada ceguera, mientras veíamos a camareros corriendo de un lado para otro, recibiendo gente, acomodando grupos y discutiendo pedidos. Transcurrido un tiempo de espera, otra persona nos invitó a dejar nuestras cosas a buen recaudo y a realizar el ritual del baño como se nos había anticipado y, terminadas estas operaciones, volvimos a la entrada donde se nos sentamos de nuevo para seguir esperando. Ya un poco tensas, entre el hambre y la espera, llegó Jean, nuestro camarero invidente. Nos situaron en una fila india de seis, en la que las parejas estábamos intercaladas, y en la que cada uno reposaba su mano izquierda en el hombro izquierdo de la persona que llevaba delante. Y en esta formación nos dirigimos hacia la negrura. Tras pasar los gruesos cortinajes, penetramos en la oscuridad absoluta, perdiendo las referencias espaciales y necesitando ser sentadas en nuestro sitio por Jean. Hay que decir que la primera sensación no fue muy agradable, sí sensorial, pero no muy agradable. La oscuridad estaba plagada de olores de comidas mezclados, gente hablando a voz en grito y riendo a carcajadas y un calor un tanto sofocante. Tras esperar lo que quizás fueron unos segundos, que a nosotras se nos hicieron minutos, huérfanas de vista y totalmente desorientadas, por fin nos acomodaron. La sensación de calor y multitud seguía abrazándonos, y para intentar serenarnos y disfrutar de la experiencia pedimos un vaso de agua a Jean, que parecía que nunca llegaba. Nuestros compañeros, sentados tan cerca nuestro que podíamos tocarlos y oír más sus conversaciones que las nuestras, comenzaron a hincar el diente a sus entrantes mientras nosotras seguíamos esperando nuestro vaso de agua. Parece que el menú completo que habíamos seleccionado, contrariando a su nombre, no incluía el entrante que estaban tomando nuestros compañeros. Aparentemente (y con cierta lógica) los platos se sirven de manera sincronizada con el resto de la mesa, por lo que (en caso de no haber pedido el menú degustación) hay que esperar a que el resto de comensales terminen para empezar con el primero a la vez. La comida nos permitió poder concentrarnos en los alimentos y dejar a un lado nuestras angustias por la ceguera y los calores. No os vamos a desvelar el menú para no hacer spoiler, pero sí os diremos a modo de filtración que daba la sensación de que estaba un poco pensado para confundir: ¿carne o pescado?, ¿vino tinto, blanco o rosado?, ¿qué tipo de verduras?. También os adelantamos que tras intentar manejar un tenedor en la oscuridad, una sale con muchas ganas de lavarse las manos. Los platos se sucedieron hasta que situadas de nuevo en formación volvimos a salir a la (ahora) molesta luz tras estar ya acostumbrados a su ausencia. 


Conclusión: no sabemos si la experiencia manejada de otra manera se podía haber convertido en un goce sensorial donde el gusto distinguiera matices hasta ahora no experimentados, el oído descubriera sonidos no habituales y el tacto tomara una relevancia no otorgada cuando la visión es dominante; lo que sí os podemos decir, es que para nosotras, aunque fue una experiencia curiosa, no fue excesivamente agradable. Se quedó en una noche diferente, que nos sirvió como ejercicio de empatía con los invidentes para descubrir (¡oh! sorpresa) que no ver no mola, y una cuenta, que amparada en la experiencia, era a todas “luces” excesiva y no iba acorde con la comida y el vino que nos sirvieron. Eso sí, a pesar de nuestra opinión, os recomendamos pasar por este restaurante para vivir vuestra propia velada y sacar vuestras conclusiones.

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