Enfrascados, como estamos, en la moda de las pizzas napolitanas, de masa fina y borde generoso, decidimos cenar en uno de los restaurantes italianos con más solera y fama de Malasaña, el Luna Rossa. Un pequeño restaurante con casi treinta años de antigüedad, que resiste el paso del tiempo a base de cocina tradicional y manteniendo la esencia de su origen.
En el último número de la calle de la Luna y junto a uno de esos locales malditos, que cambia su uso cada cierto tiempo, se encuentra uno de los restaurantes italianos con más solera de Madrid. Una de esas joyas gastronómicas que se mantienen firmes ante la absoluta gentrificación del barrio (¡SOS Malasaña, YA!) y a la masificación pizzera de la zona. ¿Su secreto? La cocina tradicional, artesana y un gran mimo y cariño por lo que hacen.
Según entramos fuimos recibidos por un agradable, e italiano, camarero que nos comentó la suerte que teníamos de haber encontrado mesa sin reserva (parece que ya no se pueden improvisar planes en Madrid) puesto que estaban llenos. Nos indicó la mesa y lo primero que nos sorprendió fue la iluminación del restaurante.
Ya habíamos ido a Luna Rossa antes y hemos de decir que nos parece un acierto la remodelación que le han dado. Actualmente, el local aparenta tener más espacio y el cambio de lugar de la barra y el blanco de las paredes da al comedor un aspecto más diáfano y espacioso.
Nos pusimos a mirar la carta por intentar encontrar algún plato que acompañase a la obligatoria pizza en horno de piedra con leña que iba a caer sí o sí y el amable camarero nos recomendó una especialidad fuera de carta: unos linguini con carpaccio de corvina y salsa de cítricos que resultaron ser, un poco escasos, pero todo un acierto para el paladar. De entrante nos decantamos por el ya mítico carpaccio, en este caso de Picaña gallega, con una especie de salsa/mousse de atún y granela de avellanas (14.50€). Bastante bueno y jugoso. Pero la joya de la corona fue la mítica “Pizza Cojonuda” de Lunna Rosa. Una auténtica masa napolitana, con mozzarella fresca, queso gorgonzola, spinata picante calabresa y setas boletus (13.50€)… sin palabras.
Para “empujar” el festín, vimos la carta de vinos y… hablamos de grandes ligas. La verdad es que los precios y la variedad de los morapios son interesantes. Al desconocer las variedades italianas, dejamos que el camarero nos aconsejase un poco… y luego pedimos una botella que no estuviese unida a tres cifras. Y nos decantamos por un rojo siciliano de 15 años cultivado en la ladera del Etna y que terminó maridando bastante bien con la opípara cena.
Para cerrar, y como viene siendo costumbre, pedimos dos de los postres que no deben faltar en un italiano: un tiramisú (7.50€) y una pannacotta con mermelada de frutos rojos (6.50€). En nuestra batalla de postres (mirad nuestras críticas de “Mica Restobar” y “Bosco de Lobos”) En este caso el vencedor fue el tiramisú. Muy cremoso, con una galleta en su punto y su toquecito justo de café.
Conclusiones: Luna Rossa es uno de los restaurantes napolitanos por excelencia en Madrid. Buenos productos, buena atención y un servicio de pizzas a domicilio y recoger, que ha conseguido ampliar su oferta y ser una de las opciones favoritas para los vecinos de un barrio cada vez más lleno de, fugaces, pizzerías de dudosa calidad. Buena comida al estilo tradicional, con unos precios… no para todos los días (el monto final fueron 89€), pero sin duda uno de los mejores restaurantes para una noche romántica.
P.D. Sed malos colegas.