Se suele decir que en Madrid nadie te pregunta de dónde eres, no sabemos si esto es bueno o malo, pero la experiencia nos ha enseñado que estas cosas son las que suelen pasar en las ciudades grandes, donde cada uno ya tiene suficiente con lo suyo, como para estar preocupándose de algo tan nimio como una nacionalidad.
Según el INE, la población del municipio de Madrid ha pasado de los 200 mil habitantes en 1950 a más de 3 millones en nuestros días, lo que quiere indicar (y lo decimos con orgullo) que esta villa y corte está llena de personas de aquí y de allá, y que para sentirse madrileño (si es que eso ha de significar algo) solo hay que quererlo… y con esto, llegamos a La Verbena de la Paloma.
“La verbena de la Paloma o El boticario y las chulapas y celos mal reprimidos” es, posiblemente, la obra más conocida de la zarzuela. Estrenada en 1854, el libreto está firmado por Ricardo de la Vega y Tomás Bretón y cuenta la historia de Julián y Susana (hijos del pueblo de Madrid), una pareja de enamorados que discuten en vísperas de la Fiesta de la Paloma, después que el primero vea a la segunda hablar con otro hombre y esta no quiera ir a la verbena con él por “tener que hacer”. Durante 45 minutos se nos presenta un musical lleno de embrollos, divertidos comentarios ácidos y certeros, personajes entrañables y canciones conocidísimas por todos, que es programado todos los años en las fechas (como no podía ser de otra forma) de la patrona popular de los madrileños. Y así, en el teatro EDP de la Gran Vía, fiel a la tradición, se ha vuelto a representar la obra para regocijo de los “cuatro gatos” (nunca mejor dicho) que allí nos juntamos.
Y es que las tradiciones madrileñas se van perdiendo, diluidas por otras fiestas y tradiciones importadas de los lugares de los que vienen sus nuevos habitantes. ¿Bien, mal? Sería algo debatible y a lo que seguramente nunca se llegue a consenso, pero en el caso de “La verbena de la Paloma” trae consigo varios problemas más acuciantes. No hay más que buscar por internet “Broadway madrileño” para encontrarse con una plétora de webs de apartamentos y hoteles que ofertan alojamiento en lo que llaman “un lugar de peregrinación cultural lleno de musicales”. Pero la realidad es algo diferente. Exceptuando el perenne “El Rey León”, la oferta de obras “tipo Broadway” se reducen a una mínima representación que en pocos casos llegan a coincidir en cartel y que, saliéndose de las producciones americanas, en muchos casos carecen de orquesta en directo.
Las tradiciones madrileñas se van perdiendo, diluidas por otras fiestas y tradiciones importadas de los lugares de los que vienen sus nuevos habitantes. ¿Bien, mal? Sería algo debatible.
Este ha sido el caso de la representación de este año de “La verbena de la Paloma” por parte de la Compañía Lírica Luis Fernández de Sevilla. 14 años lleva interpretando la genial obra en el teatro EDP y desde aquí agradecemos que continúen con la tradición, pero también echamos en falta mayores medios. Por unos 30 euros de precio de entrada (las hay por menos y las hay por más) nos hemos encontrado con un espectáculo en el que, en la primera parte, no se entendía mucho (por no decir nada) a los cantantes de lo alta que estaba la música en playback. Eso unido a algunos fallos técnicos y a la aparición de un entrecortado vídeo de Plácido Domingo (sin comentarios) en su casa, dando las gracias por la inclusión del cantante que hacía de Don Hilarión, por ser de la escuela que fundaron sus padres en México… hicieron que lo único que nos gustase de una representación a la que procuramos no faltar, fuese el chotis que se marcaron ya terminando la obra. (Otro cantar es lo de las butacas de la gran mayoría de los teatros de este Broadway madrileño, pero para eso están la gran mayoría de las críticas de Internet y no nosotras…).
Conclusión: La verdad es que como madrileñas y (casi) gatas nos apena que tradiciones como la de ir a ver “La verbena de la Paloma” se estén perdiendo. Bastaba mirar las edades del patio de butacas como para ver que al relevo generacional ni aparecía ni se le esperaba, pero también es cierto que las causas no solo están en la falta de público cultural, sino también en la falta de inversión e interés por mantenerlas. En Madrid (y pese a quien le pese) existen asociaciones de chotis, de zarzuela y vecinales, que luchan por la cultura madrileña y por mantener las pocas tradiciones que nos hacen de aquí y que nos siguen haciendo luchar por un Madrid más libre, más bonito y de todas. Si tiene que significar algo, ¡Somos madrileñas!