Los cines de verano están cambiando, es un hecho. Aquí unas joviejas aún recuerdan las pantallas en la plaza de toros del pueblo, con las sillas plegables y los bocadillos, pero el inexorable paso del tiempo ha convertido los recuerdos de la niñez en unos modernos espacios con bebidas exóticas, aperitivos internacionales, dulces caros y unos cascos de youtubers (con ruedecilla para cambiar el color de los leds) que si bien permiten escuchar bien la película, impiden esa socialización típica de estas reuniones.
Tras agitar el puño en recuerdo de los tiempos pasados (que nunca fueron mejores) y habiendo llenado con ello la siempre importante introducción del artículo, nos centraremos en La Estival, el cine de verano que se está desarrollando en la madrileña Plaza de España y que da sentido a la explanada sin árboles que se inauguró hace unos meses (ni un post sin crítica social). Y es que, tal y como dice la página del Ayuntamiento, del 29 de julio al 10 de septiembre: “el emplazamiento se convierte en el epicentro de la cultura cinematográfica de Madrid convirtiéndose en un gran cine de verano rodeado de gastronomía e historia.” (…) dividiendo la plaza entre una terraza y el susodicho cine.
Las películas que ofrece La Estival son variadas, alternando entre cintas actualmente en cartel y clásicas (todas en versión original subtitulada) y, en algunos casos, amenizadas con música en vivo y monólogos. El coste de la entrada oscila entre 8 y 15 euros y la verdad es que es una interesante propuesta para pasar el calorcito madrileño… aunque a nosotras nos llovió.
La Estival, el cine de verano que se está desarrollando en la madrileña Plaza de España y que da sentido a la explanada sin árboles que se inauguró hace unos meses.
Y entre gota y gota… vimos ‘Bullet Train’. Hace unos días, Quentin Tarantino declaró en el podcast de Joe Rogan que la película “Matador” de Pedro Almódovar, le inspiró para hacer películas. El cine de los 90 (siguió diciendo) cambió con la aparición de ‘Reservoir Dogs’ y pronto, la cartelera mundial se llenó de títulos como ‘El Mariachi’, ‘Man Bites Dog’, ‘Romeo is bleeding’… y es a finales de esta década cuando en, nuestro siempre amado, Reino Unido aparece un joven de Hertfordshire que estrena ‘Lock & Stock and Two Smoking Barrels’. Hablamos de Guy Richie, quien si bien es cierto que debe parte de su éxito al camino abierto por Tarantino, tiene un estilo visual y de ritmo, mucho más personal y único. Ambos, Quentin y Guy, nos han dado películas increíbles, llenas de una violencia y humor que, efectivamente, han influenciado a toda una generación de nuevos directores y guionistas y han transformado a un nuevo público que ahora espera y ansía los giros locos de guión y hacen posible que películas como ‘Bullet Train’ se estrene en un cine de verano (otrora, cine familiar).
Siendo tópicos y por reconducir esta crítica cinematográfica a la película en cuestión, esta “última locura protagonizada por Brad Pitt”, es el hijo que nunca tuvieron Tarantino y Richie. Una sucesión de locuras visuales, tramas interconectadas con giros rocambolescos y toda la violencia gratuita que podamos imaginar y que hará las delicias de todas aquellas que no estén familiarizadas con las películas de las que bebe, pero que termina haciéndose tan larga para el espectador como para los protagonistas. Brad Pitt, Aaron Taylor-Johnson, Joey King, la voz de Sandra Bullock, Bad Bunny (sí… has leído bien) y el otro actor japonés al que llaman cuando Ken Watanabe está liado, protagonizan la nueva película de David Leitch (Deadpool 1 y 2), basada en un libro de Kōtarō Isaka.
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