En enero de 2017, tras más de 60 años de actividad, y con cuatro locales abiertos en Madrid (habían llegado a tener hasta seis), las cafeterías Nebraska echaron el cierre dejando a más de 90 trabajadores y trabajadoras en la calle.
La sociedad que hasta ese momento había gestionado los establecimientos había sido adquirida por una gran fondo de inversión que decidió que el negocio no era rentable y cerró todos los locales… ¿Todos? ¡No! Uno de los Nebraskas poblado por irreductibles camareros resiste, todavía y como siempre, al capitalismo salvaje.
La apertura de la cafetería Nebraska allá por el año 1955 supuso en su momento toda una revolución americana en la capital. Tortitas, sillones de sky rojo y perritos calientes, fueron incorporados por los hermanos Blanco a una cafetería que quería imitar aquellas que ellos veían en las películas. Sin haber estado nunca en EEUU pusieron en marcha un negocio que de manera peculiar consiguió incorporarse a las meriendas y desayunos castizos, constituirse en lugar de tertulias y encuentros de personajes del momento, y hasta convertirse en centro de operaciones de emergencia cuando en la madrugada del 17 de diciembre de 1983 se incendió la discoteca Alcalá 20, a unos metros de la cafetería. Y es que 60 años de existencia dan para mucho, y sobre todo, para formar parte de la historia de esta ciudad conquistando días tras días los estómagos de los clientes a base de calidad en las comidas, rápida preparación y competitivos precios.
Tortitas, sillones de sky rojo y perritos calientes, fueron incorporados por los hermanos Blanco a una cafetería que quería imitar aquellas que ellos veían en las películas.
Cuando las cafeterías cerraron sin previo aviso, Pedro y Juan Pedro, de 58 años y tras 40 de trabajo en la cadena, apostaron su indemnización para reabrir el único local que Nebraska tenía de alquiler, el de Tetuán. Cuentan que los herederos de los hermanos Blanco, los fundadores, les dejan usar el nombre. Mantuvieron la carta, el logo, los precios y hasta la receta de la famosa mostaza, pese a que como revancha fue publicada en Twitter por los trabajadores cuando cerró la cadena.
Y a día de hoy, así sigue funcionando. Nosotras fuimos hace poco, como nos gusta hacer de cuando en cuando, a tomarnos unos perritos y unos batidos de fresa y chocolate. Nuestro perrito favorito, por supuesto, es el Especial Nebraska (5,90 €), un clásico del local y de la “gastronomía madrileña” que lleva salchicha Frankfurt o Bratwurst, cebolla crujiente, salsa cajún, queso, bacon y jalapeño. Un plato ideal para compartir y que satisface a los estómagos más exigentes. En esta ocasión y con la obligación que nos da llevar este blog de recomendaciones gastronómicas (no porque nos guste comer bien y seamos un poco tragaldabas…), decidimos probar otra opción de obligada cata, el sandwich Nebraska (8,50 €) formado por cuatro rebanadas de pan tostado blanco o integral con pollo, jamón york, bacon, tomate, lechuga, queso Cheddar y Emmental, huevo a la plancha, salsa ligeramente picante y acompañado de patatas fritas, otra delicia para el paladar y para esas tardes de merienda cena que tanto nos gustan. De beber y siguiendo la “lógica americana», pedimos unos deliciosos batidos de helado a 5 €. Nuestros favoritos son el de chocolate y el de fresa, pero el de vainilla no se queda atrás (y además… es digestiva. O eso dicen). Como postre, no podemos dejar de recomendaros que probéis sus riquísimas tortitas. Todo un clásico.
En conclusión, comer en Nebraska es disfrutar de una sabrosa comida a un precio asequible, pero también visitar un espacio de resistencia. Una pequeña historia oculta en una gran ciudad que se va construyendo a base de luchas, sueños, fracasos y, a veces, éxitos.
La verdad es que son unas cafeterias que he visto en Madrid durante toda mi vida, una pena que tuvieran que cerrar.
Muchas gracias por compartir esta información.
Sí, es una pena, pero también es bonita la historia de resistencia de la de Tetuán. Gracias por leernos. Abrazo!