Una escapadita a Valencia u oda a los camareros con oficio

Muchas de nosotras hemos trabajado de camareras en algún momento, para pagarnos los estudios o sacar un extra los fines de semana y en verano, o en el típico período en el que no teníamos muy claro qué hacer con nuestras vidas. Es un trabajo que parece fácil, al fin y al cabo se trata de apuntar y traer la bebida y/o comida que el cliente te pide. Aparentemente con ser un poco amable, tener algo de don de gentes y un poco de memoria y agilidad valdría. Pero amigas, no todo es tan sencillo, y hoy, queremos hacer una defensa del camarero/a profesional. 

Porque hasta para hacer las cosas aparentemente más triviales hay que ser profesional, tener eso que a nosotras nos gusta llamar “oficio”. Es decir, poner en práctica un “saber hacer” que consigue que tu experiencia en el bar o en el restaurante sea de diez. Y es que no hay nada peor que tener que estar todo el rato pendiente de que el/la camarero/a te mire para pedir que te traiga otra ronda, tener que recordar el pedido tres veces, o el vaso de agua que siempre se olvida, rogar por pedir la cuenta, que te traigan platos que no has pedido… ¿A quién no le ha pasado todas estas cosas? Sin embargo, un camarero/a con oficio, se dará cuenta de cuándo te falta algo casi antes que tú, estará pendiente pero sin agobiarte, te retirará los platos vacíos en el momento justo (no cuando todavía no hayas acabado y tampoco cuando ya las moscas lleven horas dándose el banquete con los restos). Un camarero/a profesional te hará las mejores recomendaciones de la carta según las especialidades de la casa y según el mercado del día sin engañarte, te traerá la cuenta con el consabido gesto de escribir a lápiz en el aire desde la distancia, y tendrá la dosis justa de simpatía sin ser cargante. 

En una reciente escapada a Valencia, hemos estado en algunos sitios donde nos hemos encontrado a estos profesionales, que han hecho que, además de disfrutar de una comida típica de la zona excelente, hayamos valorado la atención y servicio recibido casi tanto o más que la gastronomía. Así que si estáis por la ciudad mediterránea os recomendamos que no os perdáis la visita a estos locales que os contamos a continuación.

El primero de ellos va de arroces, qué sí no, y seguramente muchas de vosotras lo conoceréis porque tiene fama y solera sobrada. Se trata de La Pepica, restaurante que cuenta con 125 años de tradición arrocera. Situado en el Paseo de la Playa de la Malvarrosa, por él han desfilado multitud de personalidades y famosos como atestiguan las fotos que cuelgan de sus paredes. Especialmente orgullosos están de que fuera uno de los sitios preferidos de Hemingway en sus visitas a la ciudad del Turia. 

Aunque cuenta con un amplia carta que incluye pescados, carnes, ensaladas y entrantes varios, su especialidad son los arroces valencianos y nuestra recomendación es que esa sea vuestra elección. Se puede elegir entre arroces secos, melosos o fideuas. Nosotras nos decantamos por el arroz que lleva el nombre de la casa, el arroz Pepica, preparado con marisco pelado, con ocasión de una visita de Sorolla a la casa. Delicioso y perfecto para las que no nos gusta mancharnos los dedos. Para abrir boca, mientras el arroz llegaba, pedimos una tellinas, que es la variedad local de las coquinas, diminutos moluscos, preparados con una riquísima salsa de perejil, ajo y aceite, que os aconsejamos totalmente. 

Como ya os hemos anticipado, el servicio fue excelente, un camarero enjuto y añado, pero ágil como una liebre y simpático como nadie, nos fue recomendando y trayendo lo que pedimos para hacer que nuestra comida en la terraza del local fuera una experiencia de lujo. 

La cuenta con el arroz La pepica para dos, las tellinas, bebida y postre fue de 74,60 €. 

Nuestra segunda recomendación nos lleva de la playa al centro de la ciudad, justo al lado del bellísimo mercado Central de Valencia y a la Lonja de la Seda, a una taberna de toda la vida cuya especialidad es el pescado frito. Se trata de Boatella Tapas, uno de los bares de tapas más típicos de la ciudad. Y es que ya sabemos que en las ciudades de mar hay que disfrutar de los pescados frescos y a buen precio. Allí, por recomendación de otro camarero con oficio que nos sentó tras muy breve espera en su terraza y nos atendió de mil amores, pudimos disfrutar de unas gambas fritas y una fritura mixta de pescado que incluía boquerones, salmonetes y pescadilla y que nos supo de mil amores. 

Y como cierre, no podemos dejar de mencionar otro sitio para disfrutar de otra de las especialidades gastronómicas de la zona: una rica y fresquita horchata acompañada por supuesto de unos tiernos fartons artesanos. Aunque son varios los establecimientos tradicionales donde poder degustar de estas dos lindezas de forma no industrial, nosotros queremos recomendaros uno, que además destaca por la especial simpatía de su dueña, que acabó presentándonos a sus hijos y celebrando los goles de la eurocopa con nosotros, el resto de clientes del local, e incluso con los alemanes de la plaza que estaban viendo el partido y que a pesar de perder, no podía contener su buen humor. El local del que os hablamos es la Horchatería El Collado, que desde 1892, lleva elaborando artesanalmente chocolate, buñuelos, fartons, horchata y helados. Nos gustaron tanto la horchata y los fartons, que pedimos unas cajas para llevar a la familia y que los pudieran probar. 

Y con estas recomendaciones nos despedimos de Valencia, una bonita ciudad mediterránea, llena de lugares históricos que visitar, bañada por una bonita luz, y con una gastronomía excelente. Volveremos. ¡Y que vivan los camareros con oficio!

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